Ya habíamos programado esta ruta varias veces desde que la vimos en el blog de
Rafael Conejos. Decidimos hacerla el 30 de diciembre, justo cuando anunciaban una bajada de temperaturas, hasta -6 Cº. Llegamos cerca de las 10 a Masegosa y pie a tierra para descargar las bicis y prepararnos para la ruta: ropa térmica, protecciones y en marcha.
El suelo estaba helado pero se adivinaba fácilmente el barro por debajo. Ya adivinábamos que a media mañana las cosas se iban a poner difíciles cuando el terreno se deshelara.
Nos acercamos hasta un mirador desde donde se divisa El Tobar, Beteta y sobre todo la laguna. Preciosa vista antes de acometer la bajada por una trialera directa al pueblo.200 metros de desnivel y dolor de brazos al llegar abajo.
Rodeamos la laguna y subida al cerro de San Cristobal, 1380 m. desde donde se divisa una tremenda extensión de toda la zona. A un lado la Mogorrita y el cerro de San Felipe; al otro incluso de llega ver la sierra de Madrid. Arriba nos acompañaba el viento, un camión de bomberos con cierta antigüedad y la solitaria pista del aeródromo.
Bajada del cerro de San Cristobal y dirección a los cortados de las hoces del Cuervo. La pistas seguían heladas pero ya con zonas donde aparecía el barro. Muchos charcos helados y grandes. Era un placer pasar por encima de ellos. Llegamos a las hoces del río Cuervo después de atravesar caminos de pinos, tilo, tejo, avellano, álamos, acebos... y acompañados de una colonia poblada de buitres y algún alimoche.
Sorteando los diferentes cruces, llegamos a la Cruz del Solán para contemplar desde arriba el balneario y toda la majestuosidad de la hoz.
El regreso fue más rápido, se nos hacía tarde y teníamos que volver a Masegosa. El último repecho entre la laguna del Tobar y el pueblo se nos hizo cuesta arriba (y nunca mejor dicho). A las 3,30 estábamos comiendo en el restaurante de Agustín, al calor del fuego y de las historias repetidas de este cartero rural cuya edad es impredecible.